PEl agua natural puede contener materias en suspensión, sales minerales y materia orgánica disuelta. Los microrganismos son también parte de la materia en suspensión.
La primera condición necesaria para la calidad de un agua de bebida es la ausencia de microorganismos. Puesto que van asociados como materia en suspensión, la filtración es un tratamiento esencial para el agua, puesto que aparte de eliminar la turbiedad que da sabor terroso, facilita enormemente la desinfección. Por ello en muchos lugares donde hay mala calidad del agua en países en desarrollo se recomiendan filtros, incluso manuales, manuales como medida más eficiente.
La desinfección se completa mediante el uso del cloro. Es necesario no confundir el elemento cloro, que en realidad se dosifica como hipoclorito de sodio , con el anión cloruro, uno de los responsables de la salinidad del agua y ion no dañino para la salud.
En cuanto al hipoclorito, no es irritante a las dosis empleadas, -menos de una parte por millón-, por lo que su único efecto es el ligero sabor que puede percibirse, sobre todo cuando la dosis se acerca a 1 parte por millón y es verano, cuando un gas se desprende más fácilmente del líquido donde está disuelto. Hay que ser consciente, por otra parte, de que el cloro protege de enfermedades infecciosas que han sido una lacra durante toda la historia, como el cólera, que provocaba innumerables muertes, sobre todo infantiles.
Gracias a ello la calidad microbiológica del agua en España es muy alta. Sólo en casos poco habituales la edad de la red de distribución es tan alta que puede sospecharse la presencia de restos de materia en suspensión. Y sólo en casos de ramales de tuberías con agua largo tiempo detenida puede haber cierta acumulación de biofilm. En esos raros casos, se recomienda dejar correr el agua antes de usarla.
En cuanto a las sales minerales, las que aparecen en las aguas naturales no tienen un efecto destacado sobre la salud. En cualquier agua, están en pequeña cantidad. Hay más sales en los alimentos. Si acaso, la presencia de bicarbonatos puede tener un ligero efecto digestivo al neutralizar el posible exceso de ácido estomacal tras una digestión con acidez, pero el efecto es muy pequeño. En cuanto a la dureza, es decir , al calcio, puede tener en algunos casos un cierto efecto favorecedor de las piedras en el riñón, pero por el contrario puede favorecer el fortalecimiento de los huesos. Por ello, en personas de salud normal, su efecto global no es muy influyente en la salud. Su único efecto real es dar cierto sabor metálico al agua, que se percibe por las personas habituadas a las aguas poco mineralizadas.
Otros iones, como el sulfato o el magnesio, tienen todavía menos influencia, por mucho que, en el siglo XIX, con la moda del termalismo, se les atribuyeran diversas propiedades.En cuanto a oligoelementos como el selenio o el zinc , su presencia es testimonial y su promoción obedece exclusivamente a intereses comerciales.
En cuanto a la materia orgánica disuelta, las aguas urbanas en núcleos de cierto tamaño se filtran por carbón activo, que adsorbe las moléculas orgánicas tanto naturales como artificiales, que en todo caso se encuentra en bajas concentraciones.
Por ello las aguas minerales no merecen de ninguna manera la pena por sus supuestos efectos beneficiosos sobre la salud, tanto las de baja mineralización como las de alta. Como hemos dicho, sólo en casos particulares, como agua para bebés, pueden tener cierto interés. Lo demás es marketing de una industria muy lucrativa. Se paga un precio muy alto por algo que del grifo es casi gratis. Hay que tener en cuenta que también el plástico de las botellas puede transferir ciertos compuestos, como los ftalatos.
En cualquier caso, la contaminación por envases de agua que se desechan es enormemente dañina, pues el reciclaje es muy escaso y además costoso. La baja eficacia del reciclaje y su efecto tranquilizador de conciencia frente a lo realmente deseable, que sería reducir el consumo de envases, merecen un capítulo aparte. El agua mineral es un ejemplo demoledor de la influencia del marketing de la sociedad de consumo, que ha logrado revestirla de un atractivo que no tiene ningún fundamento y sí un alto coste medioambiental.